Un día cualquiera, como de costumbre, a media mañana bajé a tomarme mi primer café del día. El bar es el típico de barrio de toda la vida de mi ciudad.
Sus clientes los habituales. El anciano, que vi envejecer poco a poco, de no más de metro y medio y con un peso rondando entre los treinta y ocho y cuarenta kilos, leyendo el periódico; las mujeres de distinta edad que, acabadas sus compras en el mercado o en el súper, se paran para tomarse su chocolate con churros y de paso darle una vuelta a los devaneos y actualidad de sus vecinos, amigos y familia; el grupo de hombres, sin trabajo, hablando de fútbol, política y temas varios...Y, de vez en cuando, el que llega con prisas porque es su parada en el trabajo para desayunar. Ah, se me olvidaba, los que continuamente pasan pidiendo.
El caso es que el anciano, después de un rato de empaparse de leer noticias, no sé si completas o solo los titulares, pobre hombre, se me acerca. Andaba yo distraída, fumando un cigarrillo de pie en la puerta, por lo que llamó mi atención con un leve toque en el brazo. Y, claro, el tema, cómo no, el principal de estos días en los medios, sean los escritos o de algún otro tipo, la corrupción en nuestro país principalmente en la clase política.
Señores, y todo este post para significar unas frases concluyentes dichas por el anciano:
"en esta nuestra España, desde hace años, hemos inventado otra forma de hacernos rápidamente ricos: hazte político y comienza a tener contactos..., qué triste!!".
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¡¿Habrá leído esto nuestro abuelo?! |
Luisa tienes razón. Y da igual del signo político que sean. Desilusionan. Dan la sensación de que tenían que estar todos fuera de ahí en la fila del INEM, en las familias que no tienen ningún tipo de recurso, cuando ellos se llenan los bolsillos a espuertas. Así, quizá, sería viable una regeneración de la clase política. Mientras tanto mal vamos. Efectivamente, que pena que todo esté tan politizado hasta uno de los tres poderes del Estado, el Judicial, que todo quede en un sobreseimiento.
ResponderEliminarPues sí, así están las cosas y así las ve nuestro anciano del barrio, Tomas, con la sabiduría y simplicidad propia de nuestros mayores.
ResponderEliminarGracias por comentar, Alberto.