sábado, 11 de mayo de 2013

Recuerdos de Triana, Casa Anselma.

   Tarde primaveral en Sevilla, hospedada por causas laborales en el Hotel Zenit en pleno corazón de Triana. El taxista amablemente saca la maleta y el servicio del hotel la lleva a la habitación. La atención cálida y agradable de los empleados distrae mi sentimiento de soledad después de una jornada de trabajo fuera de tu entorno habitual. Son las ocho, subo a la habitación, coloco las cosas y ropas para un mes de estancia. Acabo y me siento en la cama; una mirada rápida y de soslayo a mi alrededor mientras pienso que hago. ¿Cenar, en el hotel?, la idea me embarga de tristeza. Me levanto, cojo el bolso y me encamino a la recepción. Pido un mapa de la zona y consejos de dónde ir, la recepcionista con una gran sonrisa me atiende y explica solícita todas mis demandas. Concluyo que lo mejor es disponerse a pasear e ir decidiendo conforme vea y me apetezca.
   No sé cuánto tiempo anduve, el olor a azahar, el reflejo juguetón de las luces en el agua, el fresco aire de la rivera del río, las risas y charlas de los grupos en las terrazas, la Torre del oro y la Giralda al fondo iluminadas, todo me embelesaba, me elevaba a un compás dónde el tiempo era un hueco vacío y pleno, inexistente. Estaba suspendida en una multitud de emociones que me subyugaban. Decidí sentarme en uno de los tantos bares de la calle Betis y saborear algunas de las ricas tapas, salmorejo y la sabrosa pringá. 
   De vuelta al hotel, a pocos metros de él, un pequeñísimo bar llama mi atención. Hace esquina, no hay aún mucha gente y entro a tomar la última copa antes de ir a dormir. El decorado, una barra lateral alargada con un salocinto al otro lado atiborrado de cuadros con motivos flamencos, de semana santa, un farol colgado en el centro y un altar en la pared de igual tamaño que ellos con una Virgen del Rocío. Enorme mi sorpresa cuando en unos minutos se abarrota y su dueña, claramente ducha en estos menesteres de alterne y relaciones públicas de la noche, comienza a animar el ambiente. Aquello se convierte en un divertido y espontáneo tablao. Un grupo de cantantes, el guitarrista y ella protagonistas del evento. Rodeados por gran cantidad de personas, unos de pie , otros sentados en coloristas sillas de enea, la juerga va in crescendo. Acompañamientos de palmas y bailes por rumbas, soleares y sevillanas. Una noche, al final, inolvidable. 
   Ni que decir tengo que repetí en varias ocasiones durante ese mes y en años posteriores ya acompañada. La última fue el verano pasado. Me visitaron, para algo vivo en una ciudad de playa con buen clima y mucho sol, unas amigas de Bilbao. Y les propuse uno de los fines de semana dedicarlos a visitar Sevilla y, cómo no, conocer la Casa de Anselma, que es el nombre del bar. Dispusimos los bártulos necesarios en el maletero, imaginaos de tres mujeres, ni un alfiler más entraba. Pusimos marcha a la capital andaluza, una noche de hotel e inmensas ganas de pasarlo bien. 
   Cenamos en un bar típico de Triana y a las doce guardábamos cola, Anselma, desconocíamos la causa, todavía no había abierto. No obstante, nos aseguraron que lo haría en breve. Así sucedió. Mis amigas alucinadas y pasándolo en grande, igual que yo. Nos quedamos hasta que cerró, con las luces apagadas sólo las velas de la repisa del altarcito encendidas y el son de la salve rociera en las voces de los cantantes y cuerdas de la guitarra, impresionante. Anselma como buena anfitriona en la puerta despidiendo a todo el personal. Al llegarnos  el turno de la despedida, nos invitó a continuar en el tablao de un amigo y nos dio la dirección. Gratamente y sorprendidas, aceptamos. LLegamos antes que ella y su grupo, porque, claro, tuvieron que terminar el cierre de la noche en su local. Cuestión de una primera copa solas y aparecieron. A partir de ahí, el resto de la noche, aproximadamente de las dos a las siete de la madrugada, o de la mañana, lo dejo a vuestro juicio, invitadas a todo con su grupo de cante y amigos. Muy variopinto para nosotras, tanto por los temas de conversación, como por los lugares de procedencia (Sevilla, Valencia, León y Barcelona) y sus dedicaciones habituales. Entre cantes, chistes, anécdotas y copas transcurrió una noche mágica totalmente inesperada.  
   Con todo, comprenderéis que para mí este bar y su dueña sea especial. Probablemente, no me recuerde y para ella fuera una velada más. Para nosotras, y particularmente para mí, un lugar y días dónde las emociones son las verdaderas e importantes protagonistas. Eso es Casa Anselma, un rincón dónde acudir para desempolvar lo emocional dejando fluir a flor de piel, espontaneámente, los sentimientos.

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