jueves, 13 de febrero de 2014

¿ Se acaba la crisis, qué crisis ?

 
   Deambula con pasos cortos, lentos, la cabeza agazapada entre los hombros corvos, las manos temblorosas y la mirada perdida en el tenebroso fondo de las calles desiertas de la ciudad. La noche anuncia tormenta. El azul púrpura del cielo sin estrellas y el gélido viento estremecen sus huesos y erizan hasta el último poro de su piel. Ni el grueso jersey ni el chaquetón logran darle calor. Acelera para buscar cobijo a la vuelta de la esquina y se apoya en el quicio de un ventanal. Sus ojos entreabiertos, sus labios prietos queriendo expulsar el frío de su cuerpo. Levanta la solapa del bolso y saca un cigarrillo. Lo enciende, le es difícil, el aire le apaga en varias ocasiones el mechero. Por fin, una rápida bocanada alcanza a coger la mecha. Aspira profundo y sus pulmones se llenan de humo. Así repetidamente sin parar hasta que se niebla su mente. Se deja caer y los pensamientos se agolpan en su cerebro. 
   Le habían contado, había oído que la crisis estaba remitiendo. Cantinelas de que la recesión se superaba y aparecían brotes verdes, tan imperceptibles que él ni veía ni presentía. Se estaban burlando, se reían a su costa y la de todo su entorno. Un brote de amargo gesto se dibuja en las pequeñas arrugas al borde de su boca. ¡Qué triste y cruel engaño!. ¿A qué crisis se referían?, ¿a la económica, a la de los valores o a la creativa?.  
   Por momentos, se iba sintiendo más mareado, trastornado, en una dimensión desconocida pero en la que aún controlaba sus ideas. No obstante, éstas danzaban libres y alborotadas, sin aparente concierto. Voces lejanas le recordaban épocas en las que cambiar de trabajo, porque el suyo no le agradaba, era una tarea normal. No pasaba apenas tiempo para encontrar otro más adecuado a su desarrollo y actitudes personales. Nadie que quisiera, estaba desocupado. Todos poseían proyectos y creían en ellos. Parecían existir unos valores individuales y sociales claros, sólidos. La estabilidad se antojaba segura y duradera, sin fin. Un escalofrío le recorre de pies a cabeza, flexiona sus rodillas y, en un acto de autoprotección, entrelaza sus brazos a los tobillos. El roce del helado viento en su rostro empapado de lágrimas congela sus mejillas. Se frota contra sus muslos y le alivia, se le escapa un largo suspiro.
   Esta mañana de vuelta de las vacaciones se enteró que la cafetería en la que todos los días comía cerró, no superó las pérdidas y no lograron negociar a la baja el precio del alquiler del local. Otra noticia, la comunidad del edificio de oficinas dónde trabaja, tampoco sus cuentas posibilitaban mantener a los tres porteros y a partir de la semana siguiente quedará uno sólo. Evidentemente, durante años han ido cerrando negocios y empresas de alrededor. Y el goteo sangrante continua cada vez más cercano a él. Eso, sí, la crisis está remitiendo y ya no hay recesión, ya tocamos fondo. ¿De qué hablan, qué quieren decir?
   Llora angustiado de rabia, de impotencia, el llanto entrecorta su respiración. Nervioso, enciende otro pitillo. Se estira y se propone moverse. La lluvia, ahora fuerte, solapa la suya propia, aluviones de gotas de una y otra resbalan por su cara, su pelo, sus manos y sus ropas. Acaba su pena ahogándola en la tormentosa noche. Se dice, mañana, mañana será un nuevo día. Un grito ronco y abrupto rompe el sordo silencio de la soledad de las calles. Camina, lento, sin prisa, jugando con su mente,¡mañana, mañana, un nuevo día!, y en la oscura penumbra se pierde.
 

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