martes, 19 de marzo de 2013

Por siempre, amor.

              
`Busco un espejo dónde simularte, 
  dónde encontrarte y no lo tengo; 
  ¿sabes por qué?, 
  porque vas conmigo a todas partes`.

   Esta es una historia corta, intensa y bella. Una historia de un amor de los que el tiempo no borra, de las que perduran aún en el túnel opaco del gran vacío. Te la debo porque eres uno de los grandes artífices de que ahora esté escribiendo y dé vida a este blog.

   Por avatares del destino, año 1989, te conocí, nuestros primeros contactos a través del teléfono, me encantaba escucharte. Tu voz, grave y agradable, se adentraba como un leve cosquilleo en mi cerebro; suave y dulce, me hilabas una tras otra historias de familias en forma de cuento. Un buen día, sonó como tantas otras veces el timbre de la puerta del trabajo; hola, buenas tardes, ¿eres Luisa?.... El sonido de la voz me era familiar, pero dudaba. No podía ser, la chispa se encendió en mi cabeza; estabas allí, eras tu, tan viril, tan guapo y sonriente cómo no podía haberte imaginado. Me acuerdo haber contestado titubeando, tímidamente. Continuaste preguntando, ¿no me reconoces?. A partir de entonces comenzó nuestra amistad, fraguada de grandes y hermosas vivencias. 

   Recuerdo, que al poco, te casabas y lo compartiste conmigo a tu manera, un almuerzo íntimo para dos, el día anterior a la boda. A mi memoria viene, lo que ideaste para que una amiga disfrutara de su propia despedida de soltera, y, ¡cómo no iba a tenerla, mientras tu pudieras: comida, tuna y, esperándonos a la salida del restaurante, una limusina!.¡Qué tarde aquella, cinco mujeres brindando con champán camino de Marbella!. Recuerdo también tus enojos por mi falta de seguridad, cuántas las ocasiones en las que me pediste mis escritos para intentar publicarlos, nunca lo hice; y, tu frase enrabietada, ¡¿por qué no crees en ti misma?!.

   Generoso, creativo y soñador, muchos son los viajes, gestos, regalos y detalles que de ti podría contar. El mayor, el más preciado, tu cariño y amistad.

   Una tarde aciaga, el diecinueve de diciembre de 2012, una tormenta feroz y cruel se desató en mi interior, me resistí a creerlo, ¡¿por qué?, no, no era posible, no era verdad!. Y me lancé, trémula, al teléfono para llamar, por respuesta, la confirmación de una noticia, esa que nunca desearíamos oir. Sí, Juan Carlos, sólo diré su nombre, partió con su última maleta. Mi corazón se quebró y se me heló el alma, me brotaban lágrimas sin control, desconsolada y sin aliento. 

   Y es hoy, por fin, como de costumbre, cuando acude presto a mi encuentro y lo veo sonreír en el espejo de mi alma, de nuevo.

      Me costó, sin embargo,
   ahora sé y te digo, más que nunca estás conmigo,
   ahora sé y te digo, que tu sonrisa amplia y abierta,
   la enorme generosidad de tu corazón,
   no me abandonan y siempre me acompañan.
   Y, a vosotros, a los que hasta aquí habéis leído,
   gracias, porque me habéis ayudado
   a hacer real este modesto homenaje.
   Gracias, gracias a todos 
   y gracias a ti, Juan Carlos.
                    
               
                                 `Busco un espejo dónde simularte, 
                                  dónde encontrarte y no lo tengo; 
                                  ¿sabes por qué?, 
                                  porque vas conmigo a todas partes`.
                  
               

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