viernes, 8 de marzo de 2013

Mi ciudad.

Tengo suerte.
Vivo en una capital, la sexta ciudad más grande de España. A pesar de ello, es acogedora. De alargada silueta, desde el interior, sus montes la estrechan en un largo abrazo a la mar; sus faldas son saladas y su cabeza bien alta a los pies de Sierra Nevada, de la Serranía de Ronda y, en medio, los Montes de Málaga.

Reconozco que cuando no residía en ella, la visitaba para ir al médico o la playa, me parecía fea y sucia. Se me antojaba antihigiénica. Hecho éste que ha cambiado mucho, buena labor del ayuntamiento. Bastante años fueron los que no entendí porqué la llamaban 'Málaga, la bella', hasta que un libro, caído en mis manos por pura casualidad, 'Antequera, norte de mi pluma' de Muñoz Rojas, J.A., me la descubrió. Curioso título, ¿verdad?, podríamos pensar que cómo me destapó la esencia de Málaga. Muy fácil, su autor recrea y dibuja la ciudad en la que estudió, dónde pasó su juventud y madurez, que es ella.

Así sucedió que caminé por su centro histórico, por su Alcazaba, por su Puerto, por su Paseo de Sancha, su Limonar, Pedregalejo y El Palo, con otros ojos, aspirando cada uno de sus aromas, oliendo a dama de noche y al jazmín de la biznaga, para acabar reposando tanta emoción en el antiguo Café de Chinitas. Aprendí a vivir Málaga desde la sensibilidad descriptiva y abierta de todos mis sentidos, gracias a este escritor. 

Y, ahora, me encuentro sentada en mi plaza, en un banco frente a su fuente, con el viejo cenachero, rodeada de árboles, de setos, el agua cayendo, y, siento,
sí, bella y que suerte tengo.

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