Álamos de la frontera,
que desahuciáis mi alma viento,
no vivo sino sueño
por ver de nuevo los olivares.
Abandonó a mi espíritu la primavera
y, a mi faz, el viejo ceño
hollado por los tristes cantares
y sones de mi tierra.
La aridez de mi nostalgia,
dolorosa ausencia de mi terruño,
se transforma en el dulce vigía
de mi ya inerte vida.
Mi ser añora aquellos tiempos,
cercanos aún en mi recuerdo,
que son historias de un ayer finado
del andaluz sin orgullo.
Época, en que mi pueblo
era poderoso y rico,
en que había campesinos,
trabajadores y sabios;
en que la cultura primaba
y mi pueblo era culto.
Álamos de la frontera,
que desahuciáis mi alma al viento,
no vivo sino sueño
por ver de nuevo los olivares.
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