miércoles, 20 de febrero de 2013

El hombre y el mundo, nuestro teatro

Hoy quiero compartir contigo una idea, un sentimiento que vaga en mi interior desde hace tiempo.

De pequeña, recién llegada a Antequera, mi mundo se ceñía a las cuatro paredes de mi habitación, al paseo diario de casa al colegio, al patio de recreo y al aula de la clase. Literalmente, apenas me relacionaba lo imprescindible y necesario con los demás. Y la mayor relación, la de mis padres, por razones tan obvias que no necesitan explicación, era de pura rebeldía y muy crítica. Época, cómo no,   de la entrada a la adolescencia.

Evidente, el cambio de entorno y ciudad no fue muy de mi agrado y ni mucho menos bienvenido, de lo que hacía responsables a mis progenitores y al mundo entero. Me refugié en una especie de estado retrospectivo y mi mente activó todos sus resortes; algunos, desconocidos e inquietantes, con el tiempo los entendí. De eso, quizá hable en otro momento.

El caso es que me cree mi propio mundo, ese dónde lo mental genera e imagina todo lo que desea. Mi habitación era mi teatro y mi cama el escenario. Tumbada, dibujaba y desarrollaba mis historias, recreaba lo acontecido durante el día, reflexionaba sobre el bien y el mal, y, jugaba, sobre todo, jugaba. Era una niña.

Es, en esos años, en los se fraguó este sentimiento del que ahora te quiero hablar. Intuí. como Calderón de la Barca en boca de su Segismundo, que'...toda la vida es un sueño y los sueños, sueños son'. Y, ¿qué es si no, el teatro, el mayor despliegue de ellos?, y, ¿la vida ..., un gran teatro?, ¿el magnífico escenario de un sueño, unas veces, drámatico, triste, de llanto o dolor; otras, de comedia, lúdico, de alegrías y canto a la belleza?.

No sé aún la respuesta, no tengo la mía, ¿tu tienes la tuya?. Escribí una simple poesía:


                                                    Tengo una bola del mundo en las manos
                que, cuando rueda, cruje de antiguo,
                y, cuando camina, cojea en vano.

                 Tengo un muñeco, gris y roto
                que, cuando lo miro, se me antoja títere,
                y, cuando lo muevo, me parece tonto.

                 Tengo en mi casa un teatro.
                en el que mi pensamiento ejerce
                su propia voluntad, y a veces, creo
                que mi bola es el mundo,
                y, mi mundo, el hombre ciego.


                    



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