miércoles, 27 de febrero de 2013

La Historia de Pedro II

   (Segunda escena)

   El grupo de personas se ha ido. Pedro, en una esquina, dubitativo y solo.
De repente, aparece alguien con el rostro cubierto.

   - ¡¡Hola, Pedro!!

     Ante el inesperado saludo, se gira. Una aparición casi espectral, un personaje con túnica de seda blanca se sitúa frente a el. El joven, sorprendido aún,

   - ¿por qué no te muestras con claridad?. Te escondes, acaso, ¿tienes algo que ocultar?
   - No, al contrario, tengo que contar y descubrir aún muchas cosas que de mi desconoces.

   Curioso, se acerca. Mientras el otro permanece quieto, impasible, en su cabeza un remolino de ideas danzan, intenta ubicar quién es el que habla, de dónde viene, qué es lo que quiere. Pedro, sacude todas las elucubraciones de su mente y con tono de voz, atenuado por la zozobra, apenas puede hablar,

   - y..., ¿ a qué, tu presencia velada?
   - Pueden ser varias las causas...
   - Responde directamente, no....
   - ¡No seas impaciente, hombre!. Es fácil de explicar. Hace miles de años de mi existencia.

   Se adelanta lentamente y extiende su brazo sobre los hombros de Pedro. Pasean juntos.

   - El tiempo, las circunstancias históricas de cambios hacen perder la noción de épocas antiguas, lo añejo.
- Sí. ¿pero, di al menos quién eres, cómo te llamas?.

   Se detienen y aquel personaje, pausado, lleva sus manos al velo y se lo quita. Le dirige una sonrisa complaciente, sus ojos de mirada profunda, se le antojan a Pedro, dos dagas clavadas en los propios suyos.

   - Me conocéis por Argoantonio, rey del pueblo Tartesso, en nombre de quien te hablo.

   Instantáneamente, un resorte de su memoria le evoca lo que ha oído sobre ellos. Se siente más cómodo y seguro. A borbotones, recuerda.

   - Ah, ya sé de vosotros..., tienes razón, todavía hoy ignoramos mucho de vuestra civilización..., poco sabemos .... ¡Cuenta de Tarsis, de su modo de vida y cultura!.

   Está inquieto, se agolpan sus emociones, su raciocinio hace rato le abandonó. Toda su atención se centra en la experiencia que vive, espera espectante.

   - Eramos un pueblo rico, descendientes de las primeras culturas de esta zona,
   - ¿¡ricos!?...y ¿¡trabajabais los metales preciosos!?
   - Sí, Pedro. La base de nuestra economía era la agricultura y la minería. E, incluso, cambiábamos nuestros productos por otros con distintos pueblos del Mediterráneo, origen del actual comercio.

   Aturdido por la información, deambula, no entiende. Imagina un pueblo inmensamente organizado. Argoantonio, le sigue con la mirada triste. Pedro se vuelve hacia el, en su cara una pregunta que le lanza,

   - ¿¡cómo es que teniendo una cultura tan desarrollada para vuestro tiempo desaparecisteis?, os envolvió la nada...
   - (con amargura) Claro, no es comprensible. Eramos gente pacífica y ante el empuje de Cártago desaparecimos.
   - Es extraño para mi..., toda la Historia es un continuo cambio, un devenir de apariciones y desapariciones.
   
     Oscurece, se apaga la luz. 

                                        (continuará..., leer más)
                  

2 comentarios:

  1. Es verdad que la Historia es un devenir, pero realmente yo estoy con el pensamiento griego que todo es cíclico,y que realmente, a pesar de tantos años de Historia de la Humanidad, tampoco los cambios han sido tan grandes.

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  2. ¿Cíclica? Estoy de acuerdo porque en el fondo, la esencia del ser humano evoluciona muy lentamente y lo que más cambian son las formas, el tempo de éstas es más rápido. Así que para que haya un verdadero acompañamiento de ambas en paralelo y se produzca el verdadero desarrollo, crecimiento o evolución plena de la Humanidad tiene que volver en círculos concéntricos para continuar avanzando,

    gracias, Aberto por tu comentario.

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